El Paraíso. Emociones puras y subllmes , hemos cruzado sus estrechas calles con respeto religioso, y hasta sus carcomidas rejas y veladas celosías nos han revelado secretos de inspiración. — Hé aquí que en todas partes hemos hallado impresas las huellas de los ilustres árabes, civilizadores de la Europa moderna, que en todas hemos visto la mano sublime de genio de los siglos posteriores, poderosa, fuerte, que do quier hemos visto a la colosal Giralda, guardián de la ciudad, y al Guadalquivir parlero que va a lejanos climas a contar las maravillas de su señora. Vimos y estudiamos esa catedral magestuosa, libro de piedras y metales en que está escrita la riqueza de la Europa cristiana las haces inmesas de tubos de sus órganos únicos y su reló, el mas antiguo de España. Sus cálices de ágata, su pavimento de mármol. Vimos los preciosos restos del morisco alcázar, sus voluptuosos jardines, el regio salón colgado de filigrana de piedra, cuyos balcones están desiertos ahora como lo estuvieron cuando el Cain moderno, el cruel D. Pedro, asesinó á su hermano. Vimos los cuadros de Zurbarán, Cáno y Murillo, los edificios de Herrera y las esculturas del Montañés. Vimos las ruinas inspiradoras de Itálica, Santiponce y S. Juan de Alfarache. Vimos por fin esos jardines y patios árabes, bordados unos y otros de azahar y nardo, y las muelles habitadoras de estos deliciosos vergeles, ora flexibles como la caña de indias , ora erguidas como la palma de Cades, sus cabellos que ondean inquietos orgu- llosos de cubrir tales cabezas, su andar magestuoso, su porte altivo que parece esperar el momento de saltar de un vuelo á la región celeste, su pátria, sus ojos, turbadores del sosie- go ageno, sus labios, que sin mover- se, anuncian elplacer^ y dijimos entu- siasmados: ¿para qué soñar un cielo estando en un Paraíso?
Pío tura